jueves, 27 de mayo de 2010

Renace, Katia Nkoa de mis negras entrañas. Llena de fuerza africana cómo el viento que nos sopla estos días. Que hable ella y callen todos:

"Parece que todas las cosas malas han de pasar de noche. Pero no es cierto. Hay días luminosos, brillantes, con el sol y el cielo azul bucólico que pueden tornarse (sólo a tus ojos) la noche más oscura del mundo...

- No es culpa tuya - le dije poniendo mi mano en su hombro y obligándola a que se girarse para mirarme a los ojos - no te lo permitas
- ¿ El qué ? - dijo ella mientras los ojos se le iban enrojeciendo y las lágrimas le llenaban las cuencas de los párpados inferiores
- El lujo
- ¿El lujo de qué Katia, qué dices? - dijo estallando en un llanto de honda rabia y frustración.
- El lujo de achacarte un problema que no es tuyo, que no has creado y que no te incumbe.
- Katia... lo siento - se restregó los ojos con los puños envueltos en las mangas de su camiseta - de verdad, no he podido contenerme.
- Cariño, no me pasa nada - le dije acercándola por los hombros. Entonces me abrazó, y se derrumbó completamente. Su llanto empezó a ascender como agonía. Gimoteaba intentando en vano contener sus lágrimas mientras yo notaba como éstas calaban ya mi piel tras haber empapado mi camiseta.
Levanté la vista al cielo y me di cuenta de que era de día, aunque para mí ya todo estaba oscuro...
- No te voy a dejar nunca - dije intentando consolarla. Pero mis palabras sólo aumentaron el tono de su llanto y empezó a temblar ante lo cual sólo pude abrazarla más fuerte intentando consolarla. Parece que se dió cuenta, le dio vergüenza o sacó fuerzas de algún lugar inesperado porque de repente se despegó de mí, pegó su cabeza a la mía y me devolvió el abrazo con la misma fuerza.
- ¿Cómo están tus padres? - se atrevió a decir cuando recuperó el aliento tras una serie casi graciosa de hipidos y gemidos.
- Aún no se lo he dicho
- ¿Quieres que vaya contigo?
- Claro, lo mejor que te puede pasar en esta vida es tener que abandonar tu país, malvivir veinte años con trabajos que no querrían ni los perros para conseguir una digna casa en la que criar a tu hija que ahora aparezca por la puerta con su novia para dar la doble campanada mundial: "Mamá, papá, soy lesbiana, pero no os preocupéis porque aunque en vuestra cultura no existamos li-te-ral-men-te, como me muero yo también dejaré de existir y de avergonzaros por tanto"...
- ¿Hacía falta tanto sarcasmo?
- Me gusta ser sarcástica
- Eres cruel
- La vida es cruel.
- Más cruel es perder a un hijo en vida. Se supone que estamos aquí para que quede algo de ellos cuando se vayan y no al revés.
Habíamos vuelto a caminar calle abajo pero sin rumbo definido. En frente veíamos el colegio de La Salle que a todas luces parecía la perfecta cárcel/manicomio por sus altos muros y rejas. No sabía dónde iba, de hecho no íbamos a ningún lado y la cafetería donde solíamos desayunar, tomar unas cañas y demás quedaba justo en dirección contraria, así que dejé que ella tirase primero.
- Diana...
Ahora fue a mí a quien se le hizo un nudo repentino en la garganta. Recordé como si acabara de pasar la primera vez que la ví, y al instante cuando me miró, cuando conseguí tenerla para mí, cuando descubrimos juntas hasta donde nos amábamos, cuando dió sentido a mi vida.
- No... - no sabía que decirle. Quería decirle que me olvidara. Quería salir corriendo. Quería saber que no iba a hacerla infeliz con mi falta. Quería poder asegurarle que sería feliz toda la vida y que jamás me echaría de menos. Por encima de todo quería hacerla feliz pese a todo - no sigas más.

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