martes, 11 de agosto de 2009

Noche de suerte

Katia, vieja amiga, me presta este relato para que descanse este mes de esta absurda rutina que no sigue nadie. Creo que el título lo puse yo, pero la garra es de ella, ahí va:

"“Es mi noche de suerte” pensé irónica conmigo misma.

Ese tío venía hacia mí directamente. A pesar de esa cojera extraña como si tuviese una pierna más larga que la otra, el muy hijo de puta no dejaba de seguirme.
Crucé un par de veces la calle para ver si así lo despistaba, pero sus pasos no dejaban de acosarme. Arrastraba la pierna, la que supuestamente parecía más larga, y con la otra pegaba una especie de brinco, era un sonido inconfundible.

“Si no te hubieras fumado todo lo que te has fumado esta noche puede que no lo estuvieras flipando con un pobre vagabundo” intentaba decirme la poca sensatez que no estaba ahogándose en alcohol y psicotrópicos afines,… qué bien suena, psicotrópicos afines, es hipnótico, creo que aún voy colocada…

Aquel paso extraño estaba más cerca mía y su arrastrar parecía acallar el ruido de los míos.

“Puta negra imbécil” me dije a mi misma “Sólo a ti se te ocurre ir al otro lado de Almería en tacones para cruzar todo el parque de Nicolás Salmerón a las tantas de la madrugada. Al menos ya no hay putas que te miren como si vinieras a quitarles el trabajo.”

La culpa es de Sergio. Bajaría a la puerta del averno a tocar para salir corriendo si él me lo pidiera. En tanga. Si me lo pidiera. El problema es que Sergio no me ve así. Nunca he tenido mucha iniciativa con los chicos, puede ser porque en mi Níger natal nos castren para que no seamos capaz de alcanzar el orgasmo a los catorce, pero, ironías aparte, mi metro ochenta y mis pechos de la cien parecen pasarle desapercibidos al único hombre que merece ese sustantivo de la hache a la e.

“Vente a casa de mis abuelos esta noche, lo pasaremos bien” fue lo único que tuvo que decirme. La diferencia es que mientras que yo pensé en mis adentros en un encuentro romántico, él había invitado a una familia gitana vecina de sus abuelos que amenizaron una noche llena de palmas, alcohol, porros, pero vacía completamente de algo relacionado con lo que me había hecho a la idea. Menos mal que soy la reina de la adaptación. A fuerza de hostias he aprendido que cuanto antes encuentres un huequecito en el que no molestes, antes te empezarán a ir bien las cosas.
Así fue, Sergio terminó cantándome al oído pero había demasiada gente como para que de aquello hubiera podido surgir algo. Sé cuando retirarme a tiempo. No me gusta hacerme la pesada o sentir que estorbo, es algo que no soporto…
Para mí que el cojo de mierda ése está más cerca…
Pasé delante de una gran cristalera, apagada a esas horas, y no había llegado ni a la mitad de la misma cuando ya ví sus pasos tras los míos. Él supo enseguida que lo buscaba en el reflejo y apretó un poco el paso quedando su renqueo a metro y medio de mí.

"Veamos cuanto pueden correr esas patitas" pensé apretando el paso. El repiqueteo de mis tacones anunciaba que alguien iba realmente con prisa. Y no había nadie. Ni una parejita recogiéndose. Ni un borracho pasando. Ni siquiera había algún guarro meando tras los contenedores. Mucho menos policía o algo similar. Sólo el puto cojo raro y yo, cada vez más asustada..."

Yo también me quedé de piedra cuando Katia me dijo que ése es el final de su relato "Noche de suerte" del que por cierto admite que el título es invención mía, pero claro,viendo su primer renglón mi originalidad ha quedado a la altura del betún (no va con segundas Katia).

Feliz verano a los que no tengáis nada que lamentar y un profundo pésame a los demás que las penas duelen más si el tiempo no acompaña.

¡Salud, y bebed buen vino!

Paco Paila