domingo, 30 de noviembre de 2008

Palpación genital sin consentimiento

O lo que viene siendo lo mismo,

tocada de huevos a ciento.


Estaba ya el tema calentito,
como siempre lo está,
cuando se enfrentan padres e hijos,
a falta los primeros de razón ya.




¡No me vengas
con dolamas y lamentos
el lunes de madrugá!


Vaya mierda comprade que tengo,
si no le puedo contar ná.



Ea pues cuenta, cuenta...



Si ya sabes que de mí nunca hablo
pero que siempre me vengo a cabrear
de lo que le sucede a mi gente
conocidos, amigos y público en general.




Vamos que esto te toca de frente,
porque si no a ver para qué
te pones a distraer al personal,
con éso de "le pasó a un amigo"
si ese cuento nos lo sabemos todos ya.


¿Tan díficil es compadre,
escucharme y callar?



Yo lo intento,
yo lo intento,
te lo puedo jurar...



Pues "achanta la mui" y escucha,
que si no no vamos a terminar:


Como en los cuentos empiezo,
"Érase que se era,
un niño que ya de pequeño,
decía ser bueno,
y con el tiempo además,
buscaba su propio compás.

Sus padres, muy cariñosos,
estaban de él orgullosos,
pero cuenta no se daban,
de que el niño buscaba,
ya desde chico su intimidad,
y luego de mayor su propia individualidad.

Este chico estudió,
prosperó, y se casó,
cosa normal en tu época
pero que ya escasea en estos días,
sobre todo porque encontró
a una mujer para todos ejemplar:
también estudiada, licenciada,
con ganas de familia tener,
seria, responsable y bella,
no tuvo otra que hacerla su mujer.



Y es que hay cabos
que es mejor atar bien fuerte.


Que los dos estaban entonces,
viviendo juntos en matrimonio,
cuando los padres del uno
empezaron a dar por c....



Compadre, ¡qué el pronto te pierde!
Más que el pronto la rima,
así que voy con el siguiente:


Que decía yo que los padres,
suegros de la señora bella y complaciente,
no dejaban de llamar y llamar,
no querían a los recién casados a solas dejar,
como si algo pudiera pasarles por estar solos.
Intentaron complacerles pero nada les conformaba.

Fueron a su casa,
los trajeron a la propia,
les dieron vinos y manjares
mientras ellos les humeaban el guardarropa.

Y ya llegó un punto, que por pantalones,
tenían que estar con ellos día y noche,
como vulgarmente se dice,
tocando los santos cojones.


(Gracias por no cortarme compadre)


Como la otra tenía también familia,
se impusieron una norma,
una vez al mes con cada uno,
y el resto es nuestro para mayor gloria.


Contentáronse ambos, o eso creían.

Pues al tiempo, como es natural,
les vino un crío a la pareja,
de guapo espectacular,
el sexto nieto de los de ella
y el segundo de los del donjuan.


Volvieron entonces las llamadas,
a deshoras para concertar,
visitas, comidas y revisitas,
para el crío poder ver más, más y más.


Que tanto y tanto querían ver al niño,
que el padre harto ya,
les dijo que fueran entre semana,
para el fin poder descansar,
aunque no sabía que estaba entrando
en la trampa senectal,
pues los abuelos paternos,
no tuvieron más bondad,
que ponerse a acudir a diestro y siniestro,
sin siquiera avisar.


Avisar bien que avisó entonces,
el hijo de los "voy sin llamar":
"llamad antes a mi mujer,
para que sepa que váis para allá"
Esta simple advertencia,
de guerra fue detonante,
pues se plantearon en el otro frente,
a la recién mamá como desafiante
y fueron todos a deshoras,
padres y hermanos, y sin llamar,
aporreando puertas y ventanas,
fijándose más como objetivo
incordiar que ver al crío.


Es lógico que ante tanto agobio,
la rubia saltara,
pues nunca en su vida,
había visto ni oído de nada similar,
y se lo dijo muy a las claras,
para que no hubiera malentendidos ya,
y a la siguiente con más mala fe,
volvieron otra vez, otra y otra más.



Perdóname compadre,
pero ve acabando ya,
que la historia esta que cuentas,
es más larga que un día sin pan,
que has buscado la rima fácil,
acabando todo en "-a",
te conozco y sé que así,
días y días te puedes tirar.

El final lo desconozco,
sé que ahora están separados,
si es que de los padres se puede,
pues es la única manera que han encontrado,
para poder ir a trabajar él,
y ella amamantar tranquila a su bebé,
con la cierta tranquilidad de que nadie
vendrá sin avisar, nadie.


Déjame decirte compadre,
que la solución está lejos,
pues la maraña de la familia,
está llena de complejos.


Y de acomplejados amigo,
que van alimentando al borrico,
para que siga el camino,
que lleva donde él quiere.




Lo que sí puedes decirle,
a ese amigo que se asola,
que abrace fuerte a su mujer y a su hijo,
y que sepa y aprenda de una vez,
que el dependiente es feliz siempre
pues luchan sus batallas por él
mientras que el independiente
como él, su hijo y su señora,
es feliz luchando todas sus guerras
pues para éso también está a solas.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Las leyes de los muertos

Rabia tremenda,
cuando a un niño pobrecito,
que se le ve deformadito,
van y le ponen un nombre del señor que descubrió su desgracia,
mentándole por ahí entre las batas blancas
como paciente con Síndrome de "trichercolins",
en vez de decir:
"esta niñita nació sin una oreja,
lleva siete operaciones
y las que nos siga aguantando"
o como quiera
que se diga
en su lengua hipocrática.

Eponimia es el arte que se inventaron de ponerle a las enfermedades los nombres de sus descubridores (al principio), y cuando ya no quedaron más nombres que poner (había seis Síndromes de Smith o Fanconi) incluso algunos llegaron a ponerle el nombre de lugares, sitios y, por fin, de los pacientes que habían servido para descubrirlos, rehusando la inmortalidad médica los descubridores por ser ya inútil el intentar denominar una horrible enfermedad como tuya cuando tú ni la sientes ni la padeces.

De todas maneras nos cogieron ventaja los médicos, ya que esta terminología la llevan usando desde mediados del siglo pasado, mientras que en la calle no se ha aprendido, sobre todo la clase política, a no tropezar dos veces en la misma piedra. Ojalá la adopción de esta antigua costumbre médica enseñara a nuestros políticos a tener más memoria, pero sobre todo, a intentar legislar antes que haya muertos de por medio:

Así, si a la ley que obliga a estudiar, examinar y que hace que los gorilas de discoteca tengan que ser más personas y menos animales se le hubiera puesto el nombre de "ley de Wilson" (si hasta suena bien), a lo mejor ahora en la capital del reino no tendrían que ponerla rebautizada con el nombre del pobre Álvaro Ussía, ya que no le sirvieron en el Ayuntamiento los muertos de otros pueblos para aprender la lección.

También sugiero yo desde aquí donde aunque me ahogue no se escuchan mis gritos, que al endurecimiento de las penas para pederastas y demás calaña de hijos de puta, se le ponga el nombre de la pequeña Mari Luz Cortés en reconocimiento, una vez más, de que la ley llega tras el féretro, y en este caso particular, de la lucha a brazo partido contra el sistema que está llevando a cabo su padre (esperamos desde aquí verte siempre luchando y nunca politizando).


Para finalizar, y en este país tan mediocrizado por los derechos de autor, daría yo derechos de propiedad intelectual sobre el nombre de estas leyes a sus familias para tener a la SGAE contando las veces que decían sus nombres en los medios para luego mandarles un sobrecito lleno de dinero al final de mes como símbolo de la vergüenza nacional que ya no nos queda.