lunes, 29 de noviembre de 2010

Blas, blas, blas

Si me pongo a hablar del perdedor de unas elecciones
automáticamente muchos se irán a las celebradas anoche.
Más mi rencor me guarda de las novedades
y aún me resiento
de las pasadas hace diez días
en nuestra querida Universidad de Almería.
(perdón por volver a mancillar el verso)

Estas elecciones universitarias me han servido para abrirme los ojos ante grandes verdades:

El aspirante de nombre Blas
(¡que te vás!)
(¡que ya se ha ido!)
perdió estrepitosamente
y no se explica tal cosa pues trató vilmente
de arrancar de cada día
un par de hermosas fechorías,
no contra su oponente,
pues eso valor sería,
sino contra la Junta Electoral
que de pedeí, pas y alumnos se componía.
Gente del montón
que salieron en un sorteo,
no para ganar un jamón
sino para currar cual lelos
mientras Blas les mandaba arpías,
dobermans y rebotes en formas de quejas
que hasta querellas presentó
contra sus propios compañeros.

No teniendo suficiente con el dolor de ver a oprimidos,
puse mi radio preferida
y me asaltó más sufrimiento
procedente del que me habla desde su micrófono verde:
entrevista al villano,
reconociéndole el valor
de dudar de la democracia,
y preguntándole sin ningún pudor
para que este hiciera su campaña.
Minutos de radio nefastos
que aún no sé cuando podré olvidar.

Más aún que no perdió Blas el aliento
y porfió pidiendo un notario
que diese fe del resultado de las urnas.
Pena que no pudiera ser,
que hay uno en mi pueblo
que muy bien hubiera escrito
"menuda ostia se metió
en las urnas el blasito"

Nuestro villano no salió a reconocer nada,
siquiera se le vió
por donde los trabajadores dieron pie con mil bolas
para sacar todo el trabajo que ya de por sí tienen unas elecciones
(cuéntense treinta horas en pie seguidas trabajando para terminar)
y además contestar a jueces
de las presuntas acciones criminales que se les imputaban.

Me inflé de ira espartana
y escribí a todos los periódicos una carta,
que creo que en ninguno salió publicada
(si bien la voz el mail respondió,
lo cual no es ni poco ni mucho, es todo lo que recibí).

Menos mal que aquí me descargo,
desinflo mis alas de ira,
y vuelvo poco a poco
a ser Paco Paila el parco.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Dejándolo otra vez

He dejado de fumar, creo que pasado mañana haré tres semanas, o quizás sólo haga dos pero se me esté haciendo largo.

No os preocupéis si pensáis que voy a soltar la perorata sobre el vicio y demás estáis equivocados, lo que me ha animado a escribir esta entrada es la medicación que estoy tomando para dejar de fumar. Puedo imaginarme a mi abuelo, cualquiera de los dos (que en la Gloria estén), pensando o hablando con él de dejar de fumar: le parecería absurda tan solo la idea pero pienso que si encima le contara que existen medicinas para dejar de fumar ya le parecería que estaba en una dimensión paralela.

Pues sí, hay varios tipos. La primera vez que lo dejé en serio (hubo una previa en la que sólo dije que lo dejaba pero lo que hacía era fumar a escondidas cual quinceañero que le roba un pito a su padre), fue con una medicación que me secaba la boca (como cuando estás de resaca) y me provocaba unos curiosos ruidos en el oído (era como el ruido que hacían las radios antiguas al cambiar de una emisora a otra, acúfenos me dijo el médico que se llamaban).

Con tan floridos efectos secundarios decidí esta vez probar otra medicación que me aseguraban (mi entorno personal al que considero de opinión más válida que la de un sanitario como cualquier hijo de vecino) no provocaba nada de ésto. Efectivamente fue empezar a tomarlas y dejar de fumar a la semana como recomiendan las indicaciones que me dió todo el mundo.

La farmacéutica me advirtió que tenía que hacer un tratamiento completo de 12 semanas o volvería a fumar al año o así. Le hice caso y compré la caja más grande con el fin de no estar pensando cada dos semanas en acoquinar más de cincuenta leuros por mis pastillas para no fumar.

Soñar soñamos todos, ya lo sé, y es frecuente que uno recuerde los sueños. No es que sueñe cosas increíbles, es que me creo a pies juntillas que no estoy soñando, no sé si me explico. Si por ejemplo sueño que Mercedes me abandona por otro, efectivamente me lo creo. Pensaréis que todos nos creemos los sueños cuando soñamos, pero, ¿os dura ese efecto una vez despiertos? ¿no quedan siempre los sueños en ese limbo mental que nos permite diferenciarlos perfectamente del mundo cotidiano?
La sensación de tener que reconstruir tu realidad cotidiana eliminando aquello que sólo has soñado pero que habías aceptado como que había ocurrido realmente es horrible.

Esta mañana he despegado la información del medicamento de la primera caja y la he leído.
No debería haberlo hecho. Nunca debería hacerse. Nadie pone en una caja de balas un prospecto que indique: "una vez introducido entre ceja y ceja el proyectil las posibilidades de supervivencia son escasas", pero la industria farmacéutica escribe cosas como "depresión" o "tendencia al suicidio" (eso sí recomendando que evitemos 'conductas suicidas' a renglón seguido.)

Así estoy. Lunes por la mañana y borrando recuerdos vívidos extraídos de mis sueños y que gracias a Dios son falsos. Mercedes me sigue dando la vida aunque no pueda sino perseguir y disfrutar de las pequeñas ocasiones que estamos juntos cuando el devenir de su familia la deja tranquila unas horas.

No pienso suicidarme, pero la idea de que dejar de fumar con medicación pueda producir esta tendencia (ya presente en el propio acto de fumar) me ha hecho reflexionar sobre la actitud con la que afrontamos la vida, y sobre todo, los excesos.
Parece que sólo hay dos bandos: los dispuestos a no privarse de nada porque: "sólo son dos días" y los que predican con un ejemplo digno de animales de forraje más que de personas pues se privan de cualquier cosa de las que sospechen el más mínimo poder adictivo.

Para no variar, no encajo en ninguno, si bien en distintos momentos de mi vida me he intentado rodear más de unos que de otros.
He creado mi propio bando: el de cuidarse disfrutando de la vida. No acepto la privación absoluta, pero tampoco la felonía de la gula.

Espero adeptos.

Un abrazo a todos.
Un beso para Mercedes.