lunes, 20 de abril de 2009

Melancolía estacional

Ahora que tiene que llegar el buen tiempo
me siento en mi silla de anea
a tomar el fresco cuando se quiere poner el sol
y veo pasar a la gente...



Un chiquillo pasa cabizbajo.
Pueblan su cara los granos
que campan por allí
amargando sinsabores
de las nocturnas poluciones.


Alarga el día y éso le entristece,
pues a estudiar nunca ayudó ver el sol ponerse
sino la noche cerrada,
al menos en su caso,
que es capaz de contemplar durante horas el astro
hasta el cerro de San Cristóbal,
ocultándose tras el Sagrado Corazón
y aún se queda un rato sientiendo el calor
en la madera de su mesa de estudio.


Su mayor pesar al llegar la prima-vera
era que a la suya no había nadie.
Nunca hasta hoy se había fijado
y le duele primorosamente
ver aquellas parejitas de la mano,
besos vedados en los portales
de los que la vista aparta rápido.


Hoy me ha asaltado el chiquillo,
y a falta de mi compadre,
me ha contado mochila al hombro
(y sin querer sentarse)
de esa melancolía que empieza con el buen tiempo,
y brota sin poder evitarlo una sonrisa en el borde de mi labio,
¿cómo puede estar melancólico un chaval de trece años?
pues lo estaba señores,
y mucho señoras,
y por culpa de las faldas,
o de haber reparado en su ausencia.

¿Qué puedo decirte, niño?
Que tus penas te las quiten los juegos,
y esa risa sincera parida desde el alma
que tienes con tus amigos,
que hoy sientes como parte de tus entrañas.
No pierdas tiempo viendo lo que otros tienen
sino el oro que yace entre tus dedos.
Tienes la potencia de hacer lo que quieras,
dentro de un minuto,
de un día
o de un año.
Disfruta pues de este paso de la vida,
que aunque raro y amargo,
es único y breve
como el atardecer que nos acompaña.

Adiós joven, que guarde y aguarde tu alma tranquilo,
que ya te llegaran las faldas con mimo,
y no podrás perder el tiempo en tirarle piedras a las olas.
Aprovecha con calma los instantes,
que nunca volverán a ser tan raudas tus piernas
para huir de las desdichas.

Se giró el muchacho perplejo
y antes de darme la espalda,
me dio las gracias entre dientes,
y siguió su camino como siempre.

Aquí me quedo viendo el sol ponerse,
ya asoma por la esquina el compadre,
si quiere vino espero que esta vez lo pague.

Adiós a todos,
adiós a nadie.