
... a ver si suena la campana.
Convendría quizás que dijera,
que pienso yo de la ETA,
pero que me perdonen sus señorías,
que hasta que esta gente no entregue armas,
yo pondré mis brazos en jarra,
pues no porfío que no vuelvan a sus fechorías.
Algo que me reconcome por dentro
que me implora por salir a suplicar perdón,
pues yo, el día en que Simoncelli a Pedrosa tiró
le dediqué más de una maldición.
Veme hoy aquí tragando mis hieles
por decir brujerías de quien ya no está para defenderse.
Que quiero enemigos,
pero vivos, que muertos ya hay bastantes,
que prefiero que me escupan en la cara
a que me caigan en los brazos.
Marco, caro mío,
has muerto donde querías vivir más,
y nos has dejado a todos tocados,
por lo estupefacto del exitus inmediato
que ha sido,
y que no podíamos creer
pese a estar viéndo con nuestros propios ojos
el corto camino que hay
de piloto a leyenda.